De la ruina

Nos dejan (en) ruinas. Construimos (sobre) ruinas. Somos ruinas.

La ruina es un espacio que alberga lo físico en su resistencia ante el olvido. En medio de la naturaleza, los esqueletos de otro tiempo sufren el desamparo de los lugares vacíos. Así los edificios permanecen décadas o incluso siglos apartados de la realidad, hasta que alguien repara en ellos. Esos lugares nos recuerdan que también nosotros vamos a desaparecer. Consciente de mi propia mortalidad fotografío para reflexionar sobre el final de las estructuras y entender cómo la inacción transforma su significado.

Hay belleza en la ruina, en el caos personal de cada uno; y es a través de la fotografía que busco enfrentar y realzar esa belleza, otorgándole importancia y presencia al olvido. En la ruina me encuentro a mí mismo, pero también veo a los demás, como un catalizador que depura mi visión de la sociedad y me ayuda a entender la transición temporal de cada espacio.

Todo final deja una señal en el paisaje, como también lo deja en nuestra piel. Alteramos el territorio al construir, pero también al apartarnos de los lugares en los que hemos vivido. Esta pérdida también nos hace dejar atrás la herencia de una geografía sentimental. Nos desprendemos del pasado porque nos sentimos obligados a avanzar, pero queda el hueco y la duda sobre lo que debemos hacer con los restos vulnerados de nuestra memoria.

Off the ruin

They leave us (in) ruins. We build (on) ruins. We are ruins.

The ruin is a space that houses the physical in its resistance to oblivion. In the midst of nature, the skeletons of another time suffer the helplessness of empty places. Thus buildings remain decades or even centuries away from reality, until someone notices them. These places remind us that we too are going to disappear. Aware of my own mortality, I photograph to reflect on the end of structures and to understand how inaction transforms their meaning.

There is beauty in ruin, in one's personal chaos; and it is through photography that I seek to confront and enhance that beauty, giving importance and presence to oblivion. In the ruin I find myself, but I also see others, as a catalyst that purifies my vision of society and helps me to understand the temporal transition of each space.

Every end leaves a mark on the landscape, as it does on our skin. We alter the territory by building, but also by moving away from the places where we have lived. This loss also makes us leave behind the inheritance of a sentimental geography. We let go of the past because we feel obliged to move on, but there remains the gap and the doubt as to what we should do with the violated remains of our memory.