Destrucción
Destrucción ofrece una mirada que parte del tipo de necesidad que arraiga en la expresión del propio grito y que es espejo de un estado físico y psicológico vinculado a la erosión.
A lo largo de dos años trabajé como peón y auxiliar en varias obras, durante ese tiempo fotografiar lo que edificaba me permitía detenerme en el significado que tenían los materiales y el paisaje, porque mirar es también deconstruir las apariencias para simbolizar la grieta.
La fotografía es parte de una inercia: de este modo las primeras imágenes documentan el lugar, y su encuentro con un entorno, un ambiente completamente desconocido para mí. Con el paso del tiempo el acto fotográfico se incorporó a mi rutina, lo que me permitió ver la realidad desde un ángulo externo, lo que me ayudó a sobrellevar los días, el trabajo y los problemas generados por lo obligatorio de un trabajo que me recordaba constantemente el lugar que ocupo socialmente.
Poco a poco me distancio de lo documental y me adentro en un territorio propio, la fotografía se convierte en un refugio, casi una terapia que me sirve para sobrellevar mi situación y a su vez me permite reflexionar sobre la precariedad laboral y todos los problemas que se abren paso en un horizonte donde el futuro parece estar desenfocado para un gran número de personas de mi generación.
Destrucción me permite invocar un paisaje interior que dialoga con la inmovilidad de los materiales, las texturas del paisaje y la luz, siempre la luz abriéndose para subrayar la deriva vital y el agotamiento de quien levanta muros para olvidar sus límites. Las fotografías están tratadas con esta intención y acompañadas por escaneos de varias intervenciones sobre planos de las obras en las que estuve trabajando.
La fragilidad del ser, es como habitar la pausa en el movimiento constante hacia la nada.
Destruction
Destruction offers a look that starts from the kind of need that is rooted in the expression of the cry itself and that is a mirror of a physical and psychological state linked to erosion.
For two years I worked as a laborer and assistant on several construction sites, during that time photographing what I was building allowed me to dwell on the meaning of the materials and the landscape, because to look is also to deconstruct appearances in order to symbolize the crack.
Photography is part of an inertia: in this way the first images document the place, and its encounter with an environment, an environment completely unknown to me. As time went by, the photographic act became part of my routine, which allowed me to see reality from an external angle, which helped me to cope with the days, the work and the problems generated by the obligatory nature of a job that constantly reminded me of the place I occupy socially.
Little by little I distance myself from the documentary and I enter a territory of my own, photography becomes a refuge, almost a therapy that helps me to cope with my situation and at the same time allows me to reflect on the precariousness of work and all the problems that arise in a horizon where the future seems to be unfocused for a large number of people of my generation.
Destruction allows me to invoke an interior landscape that dialogues with the immobility of the materials, the textures of the landscape and the light, always the light opening to underline the vital drift and the exhaustion of those who build walls to forget their limits. The photographs are treated with this intention and accompanied by scans of several interventions on plans of the works I was working on.
The fragility of being is like inhabiting the pause in the constant movement towards nothingness.